No cabe duda que estos son tiempos para crear e innovar, no solamente en el campo de tecnología sino también en la manera en que trabajamos, nos relacionamos entre los equipos, en los procesos, servicios e incluso en cómo nos comunicarnos.

El discurso en las juntas al hablar de los retos es: “hay que crear nuevas formas para hacernos cargo de esto” o “necesitamos una transformación” etc. Los efectos que estos discursos generan pueden causar diversas emociones, sobre todo cuando no se sabe por dónde empezar el proceso de innovación, más allá de la famosa lluvia de ideas.

Este reto puede sonar para algunos alentador y para otros puede generar estrés, al tener que sacar ideas rápidas para hacerse cargo de todos los retos que implica el gestar un cambio, además de los procesos operativos del día a día.

Un error común es dejarnos llevar por la prisa y empezar a lanzar ideas tan pronto escuchas el reto. Esto pareciera efectivo por el tema de rapidez, pero a la larga no nos deja abrir el campo de posibilidades necesario como para pensar fuera de la caja, terminando con soluciones más o menos típicas o bien que sólo se han analizado desde el punto de vista del diseñador y no del usuario final. Esto genera frustración cuando se presenta el proyecto, por no ser compatible con lo que se esperaba, provocando horas de retrabajo.

Entonces ¿por dónde empezar? La innovación pareciera comenzar con las ideas, pero la mayoría de las veces innovamos para alguien, para una persona que usará y se verá beneficiado con nuestra solución o invento.

Así que el primer paso para innovar antes de generar ideas es pensar ¿para quién estoy innovando?  ¿quién usará mi solución?.  Este tipo de enfoque nos ayuda a diseñar ubicándonos desde otro ángulo que llamamos: diseño centrado en el usuario.

Una vez identificado el para quién, otro error común es pensar que ya sabemos qué quiere el usuario y lo que necesita.  En este sentido, se requiere ir más allá y conocerlo de verdad. Me refiero a acercarte, a volverlo a escuchar para entrar a su mundo, este es el proceso que llamamos: Empatizar. (Basándonos en Design Thinking)

¿Cómo puedes empatizar?

¿Recuerdas la curiosidad que sentías de niño cuando querías conocer algo? Pues bien, algo así es la actitud en esta etapa, tener genuino interés por conocer a la otra persona como si no supieras nada al respecto, para dar espacio a la mente de escuchar activamente con todos tus sentidos.

Así que, aquí te comparto algunas pautas para entender al usuario:

1.-Acciones: ¿Qué hace regularmente para solucionar este tema? ¿Cuáles son sus hábitos? ¿Cuál es su manera natural de accionar?

2.-Emociones: ¿Qué siente? ¿Qué le preocupa al respecto? ¿Cuáles son sus frustraciones? ¿Qué le entusiasma?

3.-Pensamientos y lenguaje: ¿Qué piensa al respecto? ¿Cuál es la solución que ve? ¿Qué comenta cuando le hablas del tema a resolver? ¿Cuáles son sus creencias al respecto?

4.-Trascendencia: ¿Qué valora? ¿Qué es importante para él? ¿Cuáles son sus aspiraciones? ¿Qué lo motiva? ¿Cómo prioriza? ¿Si le resolvieras qué cosa, sería de mucho valor para esa persona?

Una vez que puedas recabar la información suficiente podrás capitalizar tus hallazgos.

Observar las inquietudes del usuario tomando distancia, ayuda a entender el reto desde varios ángulos, además ayuda a identificar dónde sería de mayor impacto la innovación. Esto provoca mayor agilidad en el flujo de ideas, ya que una vez que entiendes las necesidades y aspiraciones del mismo es más probable que la solución que propongas sea exitosa.

La innovación se gesta cuando podemos cambiar nuestro foco hacia las personas y desde este centro las ideas suman hacia la mejora de su mundo y por qué no, el de muchos más.

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Escrito por: Graciela Cabello

Consultor Wisdenn

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Un comentario

  1. Ana Quintanilla

    Buenísimo