Tomar una decisión muchas veces no es tarea fácil. Se requiere utilizar el pensamiento analítico, ya sabes ver los pros y contras, buscar cuál es el mayor beneficio para ti y para todos los involucrados, tener criterios de decisión, en fin, tomar una “buena decisión” depende de muchos factores.

Pero sabes, he encontrado en mis sesiones de coaching y a veces en mi vida, que lo más difícil es descubrir qué es lo que realmente quieres. Poder “apagar” por un momento todas las voces que te aconsejan cosas distintas para descubrir tu propia voz. Esas voces, todas con buenas intenciones, te aconsejan sobre tu futuro, sobre la mejor carrera a seguir, sobre el deber ser de algún tema, sobre tantas cosas que a veces detectar el deseo de tu voz puede ser abrumador.

Esto lo veo con más claridad con los jóvenes al elegir carrera, en los ejecutivos al querer cambiar de trabajo, cuando existen crisis de vida, cuando alguien decide emprender, pero tiene la disyuntiva de tener mucho tiempo trabajando para una empresa con cierta estabilidad o en aquella mamá que después de tiempo de cuidar a sus hijos, quiere abrirse camino en el mundo laboral o de negocio y no alcanza a ver por donde seguir su camino.

Esta brecha de no poder elegir, puede llevarnos a una trampa si nos toma demasiado tiempo y crearnos un estado de parálisis, postergando una y otra vez la toma de decisión. Aunque la duda nos ayuda a cuestionarnos, a ser flexibles y a poner en tela de juicio nuestras certezas o incluso nuestras propias creencias, cuando pasamos demasiado tiempo dándole vueltas al asunto puede llevarnos a una trampa que se disfraza con la frase: “no he decidido porque aún estoy analizando el problema”, cuando en realidad tu duda puede esconder algunos de estos puntos atrapándote en su red y dejándote sin poder avanzar:

1.   Evitar confrontar la situación

2.   Miedo a fracasar, a equivocarse, a no poder, etc.

3.   Darle más importancia o creerle a la voz del «saboteador interno» (por ejemplo, cuando crees que no serás capaz, no eres suficiente, no es para ti, no estás a la altura, no tendrás el tiempo, en fin, identifica si esto es real o es la voz saboteadora)

 La intención de la duda, es ponernos en alerta ante lo desconocido. Su intención, si lo ves en este sentido, es protegernos. Sin embargo, es importante darle salida a este mecanismo cuando la protección nos llega a paralizar hacia la acción, ya que muchas oportunidades tienen tiempo de caducidad. Podemos capitalizar ese tiempo, por supuesto analizando los factores, pero también tomando consciencia de algunos puntos que pueden ayudar a ser más efectiva la toma de decisión:

 1.   Establece el objetivo: ¿Qué quieres lograr? Es decir, independientemente de tu decisión ¿Cuál es el resultado que ves al haber decidido? ¿Cómo te quieres sentir?

2.   Se consciente de la duda, enfréntala y dale voz para que puedas identificar si es real o es tu “voz saboteadora”.

3.   Verifica su intención ¿De qué te quiere proteger? ¿Qué miedo surge? .Si ese miedo es real : ¿Cómo lo solucionarías?

4.   Con estos elementos crea alternativas con posibles soluciones (diseña al menos alguna que se haga cargo de los miedos e inquietudes)

5.   Establece criterios de selección que puedas aplicar al elegir entre las alternativas.

La acción de decidir nos permite avanzar en logro de nuestros objetivos y aunque en muchas ocasiones no tenemos la total certeza de que hemos tomado la mejor decisión, puede ayudar el pensar que en cada camino que decidimos transitar podemos encontrar aprendizaje y solo por esa razón vale la pena avanzar y recorrer tu propio camino.

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