Imagina esta escena: Estas exponiendo en una junta tu proyecto estrella, aquel que llevas meses trabajando ante la junta directiva.

La junta se acaba y tienes la sensación de que lo hiciste muy bien o al menos saliste bien librado de la situación para la que te preparaste tanto.

Al terminar la junta tu jefe te comenta: ¿Te puedo dar retroalimentación?. Si hicieras una pausa, notarías que varias emociones pueden surgir después de escuchar esta palabra…

Quiero que conectes con eso que sientes en el estómago, con la velocidad en el palpitar del corazón, revisa lo que surge en tu pensamiento: puede surgir desde un: ¡Oh, oh!, hasta: “¿Qué habré hecho mal?”, ”Ya viene el regaño”, “Déjame ver cómo me defiendo”… En fin, la palabra retroalimentación tiene muchas connotaciones que provoca diferentes pensamientos y emociones que no siempre son las ideales para tener la apertura suficiente para escuchar y sobre todo para darnos cuenta de su objetivo: desarrollarnos y mejorar.

Ahora bien, volvamos a verte en tu presentación. Imagina que “La junta”, es una escena de una película y tan pronto se acabó la toma, escuchas la voz del director diciendo: ¡Corte! y te invita a ver la escena desde la pantalla de la cámara donde todo se grabó.

Tragas un poco de saliva antes de ver la escena, ya que pusiste todo tu esfuerzo para lograrlo, estudiaste diálogos, posición del cuerpo, te metiste en la emoción del personaje central y al ver la toma te das cuenta que no es como lo imaginaste, descubres algo que no habías visto: hay mucho que mejorar. Lo primero que sale de ti al ver la escena es: ¡lo quiero editar, quiero volver a grabar!, así que el director te orienta sobre qué cosas mejorar, que hiciste muy bien para que lo resaltes y cómo puedes lograr el objetivo de la escena adecuando algunas cosas.

Y la toma de “la junta”, vuelve a comenzar con toda esta nueva información que acabas de incorporar. Al terminar escuchas la voz del director que dice: – ¡Corte y queda! – Terminas agradecido con esa persona, ya que debido a que te dijo lo que ve a través de su lente, decidiste aplicar sus observaciones y ahora puedes lograr otro nivel de actuación.

En la vida tenemos personas que nos ayudan a mejorar nuestras escenas y si no has tenido esa experiencia, busca quien te regale su retroalimentación. Ya que tenemos la posibilidad de mejorar escenas que repetimos muchas veces en nuestro día a día: una junta, una presentación, el trato que damos a los otros y es imposible ver todos los ángulos mientras estamos actuando dentro de nuestra película.

Si en alguna ocasión te toca ser el director de escena y quieres ofrecer lo que captas con tu lente, calibra en qué momento es mejor para el actor mostrarle lo que ves, toma en cuenta la forma en que lo transmites para que sea recibido tu mensaje, ya que cada persona da lo mejor de sí en cada actuación desde donde alcanza a ver.

Así que, si algunas veces ha sido difícil para ti recibir retroalimentación, prueba el ver a la persona que te ofrece su punto de vista, como ese director que te está ayudando a pulir tu escena, para que al final del día puedes decir: ¡Corte y queda!

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Escrito por: Graciela Cabello

Consultor Wisdenn

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