¿Te imaginas ver una película donde sólo conoces la versión de un personaje?

Esa fue mi sensación cuando escuchaba a Pedro, Jefe del área, platicarme lo desesperado que estaba al no saber qué hacer con Joaquín, uno de los miembros de su equipo. La relación entre ellos era tensa y los resultados se retrasaban cada vez más.

Pedro me contaba un tanto alterado: “Estoy tan molesto con Joaquín, sé que tiene talento, pero la comunicación con él se ha vuelto tan difícil que el trabajo se vuelve cuesta arriba. La verdad he tratado de hacer mi mayor esfuerzo, pedirle las cosas en tiempo y forma, pero simplemente no hace lo que le pido y me responde a la defensiva. Si supiera la presión que traigo, mi trabajo incluso está en riesgo.

Mientras terminé mi café seguía escuchando a Pedro quién se sentía ya cansado y frustrado de batallar viviendo la misma situación una y otra vez.  Pedro se despidió apurado y al verlo alejarse me quedé pensando en cómo poder ayudarlo en su situación, se veía realmente angustiado.

Días después mientras esperaba en la sala de recepción, conozco a un colaborador de la empresa quien esperaba su turno con gesto un poco agobiado. El tiempo se hizo largo y empezó a compartirme su preocupación:  Ya no puedo esperar más, sabes mi jefe no lo va entender, es tan autoritario, yo trato de contenerme, pero la forma en que me habla es… ¡tan arrogante! Cree que puedo hacer todo lo que quiera al instante, ¿qué no sabe todo lo que tengo que hacer? ¿al menos me pregunta si puedo hacerlo en este momento? Encima de todo esto, me acaban de dar esta mala noticia en casa, de que mi hijo no va a salir del hospital aún. Trato de contenerme para no hablarle mal, pero llega un punto en que no puedo más y como sabrás, tengo que defenderme.

Al despedirse de mí, le pregunto su nombre:

¡Mucho gusto!, me llamo Joaquín, observa su celular apurado y me dice: ¿lo ves? Ya me está marcando mi jefe Pedro me tengo que ir…

Podrás imaginar mi cara al escuchar su nombre. Me quedé pensando en cómo esto se parece a cuando vemos una película. Vamos entendiendo la trama a medida que conocemos a cada personaje, mientras no conozcamos lo qué pasa con el otro, la película está incompleta. Faltan partes y surgen las interpretaciones que sólo nos muestran una parte de la realidad…

¿Alguna vez te ha pasado algo así?

Cuando vives una relación, ya sea jefe-colaborador, padre-hijo, etc. es fácil apropiarte de tu personaje, sin pensar que únicamente ves tu parte.

¿Qué parte de la película no estás viendo? ¿Qué está viviendo el otro en este momento? ¿Qué siente? ¿Qué necesita? ¿Por qué actúa de esa manera? ¿Qué temores tiene? ¿Qué lo motiva?

Cuando amplias tu lente para ver la película completa surge un elemento que da apertura a entender al otro: la empatía y con ello la interpretación de los hechos es muy probable que cambie.

La empatía puede ser un puente que te ayude a reducir la brecha que te separa de los demás. Cuando la empatía se da, las culpas empiezan a desvanecerse para dar paso a la comprensión y con ello se abren nuevas formas de relacionarte.

Si al terminar de ver toda la película tuvieras oportunidad de cambiar algo, ¿tu personaje haría algo distinto? ¿juzgaría igual al otro? ¿lo tratarías de la misma manera? ¿tendrías otro diálogo?

En conclusión, cualquier cambio inicia dándote cuenta que lo que te afecta no es la situación que vives, sino los efectos de tu interpretación y es difícil cambiar esa percepción sin la empatía, sin observar esa parte de la película que no ves…

Escrito por Graciela Cabello

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